Antonio Balsalobre y su cuaderno de Opinión

Tan lejos y tan cerca

Hice la mili en el País Vasco, pero de aquello hace ya tanto tiempo que parece pertenecer a otra época y a otro país. Guardo, sin embargo, de aquel principio de los 80 y de aquellas tierras algunos recuerdos todavía vivos. Paisajes verdes, valles estrechos y profundos que albergaban industrias por doquier, tabernas animadas… También atentados terroristas casi semanales, barricadas en las calles, tensiones en los cuarteles, y una juventud que se deslizaba por el camino de la heroína con mayor arrebato que en el resto de España. Y ya entonces, un territorio donde se vivía bien. Con una renta per cápita superior a la media y una tasa de paro del 6,3% (la media en España es del 11,76%), dicen las estadísticas que la prosperidad se sigue extendiendo allí por todos los ámbitos. ¿Es por el espíritu emprendedor de los vascos? ¿Por el sistema de cupo? ¿Por ambas cosas? A diez días de las elecciones autonómicas, la disputa por la primera plaza se presenta más reñida que nunca entre PNV y EH Bildu. PSOE y PP ocuparán respectivamente el tercer y cuarto puesto. Yo me acuerdo de cuando por las tardes me cambiaba el uniforme de recluta por ropa de paisano en el aseo de un bar de la calle Zapatería antes de salir a tomar cañas, mientras se celebraban los primeros e inciertos comicios vascos, y me sorprendo de que lo vivido pueda estar tan lejos y tan cerca a la vez.

Deber de memoria

No es nueva la ofensiva del PP contra la Ley de Memoria Democrática. Toma cuerpo ahora, sin embargo, a través de sus pactos con los “cruzados” de Vox, que reclaman abiertamente la ideología de los vencedores. Una ley, conviene recordar, que venía a acabar con una anomalía histórica y a reconocer un derecho básico y universal: la potestad de exhumar los miles de cadáveres repartidos en fosas comunes para darles una sepultura digna. Cuesta trabajo entender que todavía haya en este país, una democracia plena, gente empecinada en torpedear esta reparación histórica, como muy bien refleja Paco Roca en su magnífica novela gráfica “El abismo del olvido”. Y que lo hagan, además, con argumentos tramposos. Afirmando, por ejemplo, que esta ley solo reconoce a las víctimas de un bando, cuando en realidad alude expresamente a todas las víctimas de la Guerra Civil. O que constituye un ataque al espíritu de la Transición. Cosa que, a todas luces, no es cierta. Y así lo entiende incluso, al menos de boquilla, Rueda, el presidente gallego del PP, que no piensa modificarla. La verdad es que, por poco que se analice con cierta imparcialidad la aplicación de esta norma, se podrá comprobar que no hay en los familiares de las víctimas que todavía yacen en las cunetas ningún afán de revancha, y sí la firme voluntad de cumplir con un ineludible y humano deber de memoria.

De oídas y en minúsculas

En España, asociamos el soberanismo al proceso independentista catalán o vasco. Hay otros. Aunque sean residuales o anecdóticos. En Francia, por ejemplo, en un vídeo que se ha hecho viral, vemos a dos “ciudadanos soberanistas”, un hombre y una mujer relativamente jóvenes, que se niegan a someterse a un control de alcoholemia alegando que ya no pertenecen a la “empresa” República Francesa. Ni reconocen la autoridad del policía, al que consideran “un mercenario en suelo francés”, ni del Estado. Después, cuando las cosas empiezan a ponerse feas y se avienen a identificarse, dicen sus nombres, pongamos Pierre y Marie Dupont, aclarando que los saben “de oídas” (habrían sido supuestamente “robados” por el Estado usurpador), y piden al gendarme que los escriba en minúsculas, ya que no son una empresa. El juicio será el próximo 1 de octubre. En general, los internautas se han tomado esta astracanada a guasa. Pero según la historiadora belga Marie Peltier, que lleva varios libros escritos sobre el complotismo, la cosa es más seria de lo que parece. Los discursos anticiencia, las pseudoterapias, las teorías de la conspiración, han existido siempre, pero con las redes están consiguiendo más eco. Incluso puede que se conviertan en una ideología. ¡Lo que faltaba para el duro!